En una charla TED celebrada en Londres en el 2009, la escritora Chimamanda Ngozi Adichie contó su historia con el fin de mostrarnos el peligro de la historia única, es decir, el riesgo que conlleva contar una sola historia sobre alguien o algo en particular.

Contó que comenzó a leer y escribir a muy temprana edad, y que, a pesar de nunca haber estado fuera de Nigeria, los cuentos que escribía a los siete años eran muy similares a los cuentos británicos y americanos que leía: de niños blancos de ojos azules que jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban de lo agradable que estaba el clima.

Esto, observó la autora, le demostró lo susceptibles y vulnerables que somos cuando encaramos una historia, especialmente cuando somos niños. Por esta razón, Adichie pensaba que la literatura era solo de extranjeros y que no había lugar en ella para personas de su color y nacionalidad.

Fue más adelante, cuando descubrió libros de autores africanos —como Chinua Achebe y Camara Laye— que cambió su percepción de la literatura por completo. Adichie cuenta que este descubrimiento la salvó de tener una historia única de lo que son los libros.

A sus 19 años fue a estudiar a Estados Unidos, donde su nueva roommate se sorprendió al ver que Chimamanda hablaba inglés, tenía gustos musicales convencionales y hasta sabía lo que era una estufa. La escritora relata que encontró estos prejuicios ridículos, pero con el pasar del tiempo entendió la visión de su compañera; si Adichie solo hubiera visto las mismas imágenes de África que ella, hubiera pensado igual.

De hecho, admite nuevamente haber sido culpable de esto y recuerda cuando visitó México y vio que no eran lo que los medios estadounidenses retrataban. Se avergonzó de haber creído la historia única del “inmigrante despreciable” que se perpetuaba en las noticias de Estados Unidos.

Y es que la “historia única”, según Adichie, se crea fácilmente mostrando a un grupo de personas como una sola cosa, una y otra vez.

Por otra parte, recordó cuando un profesor le dijo que su novela no era auténticamente africana, porque los personajes eran educados, de clase media, que conducían carros y no se morían de hambre.

La autora subrayó que el concepto de la historia única se relaciona estrechamente con el poder, lo que define como la habilidad de contar la historia de alguien y hacerla la historia única de esta persona. Cómo se cuentan, quién las cuenta y cuándo, depende del poder, o nkali, palabra indígena nigeriana que, según la escritora, significa “ser mejor que otro’.

Indicó que la historia única crea estereotipos, y el problema con estos no es que son falsos, sino que están incompletos, lo que hace que una historia se convierta en la única historia. Como ejemplo, expuso que aunque África tiene historias de catástrofe, tiene cientos que no lo son, y es igual de importante hablar de estas.

La consecuencia de la historia única es que roba la dignidad de la gente; enfatiza nuestras diferencias en lugar de nuestras similitudes. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero se pueden usar para empoderar, humanizar y recuperar esa dignidad robada.

La escritora culminó su charla declarando que cuando rechazamos la historia única y nos damos cuenta de que siempre hay más de una historia sobre un lugar, recuperamos poco a poco una especie de paraíso.

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