De vacunas, condones y piraguas

¡A la verdad que El Gobierno es un atrevido!
No sé cómo tiene la osadía de querer implementar medidas óptimas de salud pública y de confabular con las “grandes farmacéuticas” vacunando a tus hijos para evitar que contraigan enfermedades epidémicas.
Pero tú te rehúsas a vacunarlos, porque tus hijos “no son propiedad del estado”, además de que, según tu “research“, estas vacunas tienen efectos secundarios y causan autismo.
O sea, partimos de la premisa de que eres una persona que prefiere que su hijo muera o sufra una horrible enfermedad viral, a que sea autista.
Por supuesto, primero que nada, no hay evidencia alguna de que las vacunas causen autismo, y el documento que originó este rumor fue retractado y acusado de fraude tras decenas de estudios. Pero, incluso cuando el CDC y el Departamento de Salud han desacreditado este mito (sin contar cientos de otras entidades científicas), tú prefieres tomar a páginas como Despierta-vivimos-en-una-mentira-punto-com como fuentes fidedignas en un tema tan delicado como este.
También está el que conoce de casos en que niños fueron diagnosticados con autismo tras ser vacunados, y los toma como evidencia concreta para perpetuar el mito. Pero científica y lógicamente, esta correlación no implica causa. No nos podemos dejar llevar por evidencia puramente anecdótica.
Y miren, de verdad, los entiendo. Es fácil ver dos eventos aparentemente relacionados y llegar a la conclusión de que uno causó el otro. Yo dejé de comprar piraguas cuando me enteré que las ventas de este maligno producto aumentaban en verano, igual que la tasa de asesinatos en la Isla. ¡Las piraguas provocan un alza en los asesinatos y ahí está la evidencia! Todavía miro mal a los dones mientras guayan su hielo jarabeado en las playas y plazas del país. ¿Cómo se atreven a promover el asesinato así?

El ente maligno de nuestra sociedad (by Daniel Lobo, CC BY 2.0)
“Pero las vacunas tienen riesgos y no son 100% seguras”, dices.
Sí, las vacunas tienen efectos secundarios como fiebres y mareos, al igual que las Panadol que te metes como si fueran Tic Tacs con cada dolorcito de cabeza. Por otro lado, las vacunas fluctúan entre un 95% y un 99% de efectividad. Así que no, las vacunas no son 100% efectivas, pero tampoco lo era el profiláctico que no usaste cuando trajiste a tus criaturitas al mundo a enfermarse y sufrir, y aun así, esperábamos que lo usaras. De esa forma evitamos la propagación de la ignorancia como alguna vez erradicamos la del polio.
Y tú dirás, “bueno, no importa; si decido o no vacunar es mi derecho”, y tienes razón, excepto por el hecho de que el no estar vacunado pone en riesgo a los demás. Verás, el objetivo de las vacunas es erradicar epidemias creando una inmunidad de grupo, con la que se dificulta la propagación de enfermedades. Es decir, mientras más gente vacunada haya en una comunidad, menos probabilidad hay de que se contagie alguien que no se puede vacunar, como se ilustra en la imagen de abajo.
En otras palabras, no estar vacunado aumenta la probabilidad de que niños y viejitos con verdaderas deficiencias inmunológicas—usualmente exentos de las vacunas por su baja inmunidad— se contagien de enfermedades potencialmente mortales. En fin, decidir no vacunar es una resolución mortífera que no solo afecta al individuo, sino a la sociedad.
Más letal aún que vender piraguas en verano.