—¿Todavía escribes?

La conversación fue hace poco menos de un año, pero la recuerdo como si hubiese sido anoche. Fue una pregunta que me pareció un tanto ridícula al principio. ¿Cómo que si todavía escribo? Trabajo escribiendo, me paso creando personajes en mi mente y escribiendo y reescribiendo lo que todavía no sé si es una novela, una colección de cuentos o simplemente un completo desastre. Incluso ando pa’ arriba y pa’ abajo con bolígrafo y una libretita de bolsillo, en un intento nulo de capturar ideas efímeras, como buen cliché andante. Hasta journaling he hecho, y de forma sorprendentemente consistente, déjame decirte.

Creo que nunca había escrito tanto en ningún otro periodo de mi vida.

Luego recordé que el mundo no tiene evidencia de esto. Recordé que donde único coloco mis palabras públicamente –además de en mi Twitter– era, en algún momento, en este blog. Este blog en el que escribí con cierta consistencia para allá para el 2018, luego dos o tres veces más en el 2020 y desde entonces no he vuelto a aparecer por estos lares.

La pregunta aquella me había puesto a la defensiva, pero claramente tenía que calmarme.

—Todavía escribo. Tú sabes, de vez en cuando… solo que no lo publico todo.

—Yo leí un día que no publicar algo es casi como no haber escrito nada. O sea, ¿cuál es el punto de escribir si nadie te lee?

Sin ganas de hacerlo, le di el beneficio de la duda. Quizás esta persona realmente cree que está ayudando, que está dando un consejo útil y no algo que leyó por ahí y repitió como el papagayo sin aplicar contexto.

—¿Así te consideras escritor?— continuó.

Volví a ponerme a la defensiva a las millas. «Qué fácil se le hace a algunos invalidar los esfuerzos de otros» pensé, y todavía pienso. Pero, como ahora aspiro a ser mejor persona –admitiendo que no he sido la mejor persona del mundo últimamente– ignoré el comentario con una mueca despreocupada y le pregunté cómo le había ido en el trabajo…


172

No quiero dar la impresión de que publico esto solo por satisfacer el capricho de aquella persona insufrible. La razón por la que escribo esto es por una cifra que me ha puesto a reflexionar mucho últimamente. Una cifra que cada vez se hace más pequeña pero me estresa más.

Hablo de ciento setenta y dos días… y contando.

A exactamente 172 días de esta publicación, celebraré mi cumpleaños número 30. Así que, básicamente, tengo 172 días para procesar que me estoy poniendo viejo; en realidad, a veces me siento más joven que nunca. (Digo a veces, porque no han faltado los achaques, dolores de espalda, y el cansancio para recordarme que el divino tesoro se me escapa de las manos).

En mi mente sigo siendo un chamaquito, aunque haya vivido 10,785 días en la Tierra, haya respirado 251,892,337 veces, y mi corazón haya palpitado 1,077,969,363 veces aproximadamente. Soy un chamaquito aunque habían 5,537,300,196 personas en la Tierra cuando nací, y ahora hay como 7,800,000,000. Soy un chamaquito aunque Whitney Houston haya sacado “I Will Always Love You” a mis 15 días de nacido.

[Si quieres conocer tus cifras también, métete a https://you.regettingold.com/. No me hago responsable de tus sentimientos.]

Bueno, voy a lo que vine.

Quizás te estés preguntando qué tiene que ver una cosa con la otra. Qué tiene que ver la historia de la persona insufrible con los días que me quedan de vida antes de los 30.

La verdad es que no sé… Me he puesto a pensar, y en este punto de mi vida estoy bastante contento con las cosas que he logrado. También con las que aún no, porque significa que me queda mucho por hacer, por lograr y por vivir.

Solo hay una cosa que quisiera hacer más durante estos 172 días, y es escribir. Pero escribir y que me lean, para así poder interactuar con gente como yo. Así que, no te prometo nada, pero es posible que nos veamos más seguido por aquí.

Es bien probable que ni siquiera comparta esta publicación en mis redes sociales, así que si lees esto es porque te has suscrito por email. Si es así: Hola de nuevo, gracias por leer.

Espero que nos leamos pronto.
– Andrew.