Justo después de terminar el post de ayer me vinieron a la mente tres cosas:

  1. “Por fin terminé mi día y puedo dormir un rato” 😌
  2. “¿Habrá algo dulce pa’ snackear en la nevera?”
  3. “¿De qué rayos voy a escribir mañana?”

Hay días en los que tengo muchas ideas y mi problema es escoger solo una. Hay otros en los que pienso que todas esas ideas son basura, y tengo que darle diez mil vueltas al asunto para encontrar algo de qué escribir.

Hoy mi problema era el segundo.

Descarté todas las ideas que tenía para hoy, con la excusa de darles tiempo a que se desarrollen un poco más. (Retracto lo que dije antes, no hay ideas basura, digamos que solo son ideas poco desarrolladas…)

Pero, entonces, ¿qué iba a publicar hoy?

Esto es un problema bien trivial, lo sé, pero para nosotros los que nos creemos escritores esto es un asunto serio. Todos conocemos el famoso writer’s block, y sabemos que ese condenao’ no discrimina.

Pero… no hay una regla que diga que no puedes escribir sobre no saber de qué escribir…

Cuando llegué a esta conclusión me acordé del término Occam’s Razor (o “la navaja de Occam”), teoría filosófica que explica que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable.

Si lo aplicamos a la vida cotidiana, en arroz y habichuelas, esto significa que la respuesta que le buscamos a muchos de nuestros problemas usualmente está en nuestra carota.

¿No sabes de qué escribir? Escribe sobre eso mismo.

A veces sabemos exactamente lo que tenemos que hacer, pero nos rompemos la cabeza con mil “soluciones”, nos abrumamos, nos congelamos y al final terminamos haciendo nada.

En momentos así, hay que escoger la solución que tenemos en frente, la más sencilla, y descartar todas las demás. Lo importante es tomar acción y seguir en movimiento. No nos rompamos la cabeza buscándole soluciones complicadas a problemas simples.

La solución correcta, casi siempre, está escondida a plena vista.