Hace un tiempo atrás dejé de seguir a todos los medios noticiosos del país en las redes sociales.

Para ese tiempo, estaba pasando por una etapa donde se me hacía completamente imposible salir de casa de noche, y hasta cuando tenía que caminar de día para la universidad, me sentía el hombre más valiente del mundo.

No es broma. Cada instante que pasaba fuera de casa era gobernado por la ansiedad de que algo horrible iba a pasar.

“Me van a asaltar… y cuando vean que no tengo chavos y que mi celular es prepagado, se van a molestar y me van a matar”, pensaba.

“Deben estar buscando a alguien pa’ matar por aquí. ¿Y si ese tipo se parece a mí? Me van a confundir con él, y cuando se den cuenta de que no soy quien buscan, ya voy a tener diez balas en el estómago.”

“Me está pasando un carro por el lado… ¿y si baja la ventana y me pega un tiro? Mejor ni lo miro.”

Cosas como estas (y muchas más) me decía a mí mismo todos los días. Estaba 100% seguro de que iba a morir joven, y de que mi muerte sería una trágica. No podía ni salir a caminar solo, pero lo peor era que aunque estuviera acompañado o en grupo, no podía disfrutar. Siempre tenía que sentarme mirando hacia la puerta cuando iba a comer a restaurantes, por si venía algún títere a coger a Chili’s entero de rehén. Normal.

Ni hablar del transporte público… cuando tenía que coger el tren era toda una aventura. Cada estación que pasaba, era una estación que sobrevivía. Era un logro y un alivio llegar a mi destino sin que se me sentara alguien al lado con una pistola y me quitara lo poco que tenía.

Todo esto suena un poco ridículo ahora, pero aquellos tiempos eran literalmente una batalla constante con mis pensamientos, los cuales estaban influenciados por la exposición constante a las noticias negativas del país.

Antes de escribir esto, verifiqué el Facebook de uno de los periódicos de aquí para ver con qué frecuencia publicaban, y resulta que en las últimas 24 horas han publicado 60 veces. Esa cantidad, multiplícala por la cantidad de periódicos que hay y que la gente sigue, y el resultado de esta triste ecuación es un bombardeo constante de puro ruido invadiendo nuestro espacio. Es un golpe demasiado fuerte a la salud mental.

Desde que dejé de seguir las noticias, aunque fue un proceso largo, mi ansiedad disminuyó significativamente. Ahora siento que puedo ser más o menos una persona normal. Puedo salir sin pensar en mis probabilidades de morir.

Es más, ahora me siento hasta mejor informado, porque la realidad es que cuando la noticia de verdad es importante, te vas a enterar aunque no la busques. Así, te enteras de lo que importa sin ahogarte en la ristra de negatividad que expulsan los medios día tras día.

Ahora, si encuentro una columna o reportaje interesante, busco más de la persona que la escribió y sigo sus publicaciones. Ya no sigo al medio, sino al periodista.

Se puede estar bien informado y a la vez mantener la estabilidad emocional, solo hay que saber escoger, reconocer que nuestra atención tiene un límite y que no la podemos saturar de porquerías, para luego abrir nuestro oído a las cosas que de verdad merecen nuestra atención.

Esto no es un llamado a que dejes de seguir los acontecimientos del país. Un pueblo bien informado es lo más que necesitamos en estos tiempos. Esto es un llamado a bloquear el ruido, la negatividad inútil y el bombardeo de basura, para darle espacio a los reportajes que sí aportan algo al mundo.

Tu bienestar emocional te lo agradecerá luego.