Antes de que leyeras estas palabras, estuve mirando una pantalla vacía por —mínimo— 30 minutos sin moverme.

El cursor pestañeaba… prendía y apagaba una y otra vez sin que yo tocara una sola tecla. No sabía qué rayos escribir. ¿Qué me pasó?

Esta fue mi vista durante más de media hora…

A muchos les gustó el post de ayer, y me lo dejaron saber. Honestamente no pensé que gustaría tanto, pero aunque no soy el mejor recibiendo halagos, los acepté con la mayor gracia posible. Día #2 de 30: misión cumplida. Todo es bello.

O todo era bello hasta hoy, cuando me tocó nuevamente sentarme a escribir lo que en unas horas tendría que publicar para el día #3. Sentía que había puesto la barra un poco alta y que lo próximo que escribiera tenía que sobrepasar el escrito de ayer.

Irónico, porque ayer hablé de mirar la vida con una nueva perspectiva y de quitar el peso de nuestros hombros ante las expectativas de otros, y aquí estaba yo poniéndome presión por lograr lo mismo que ayer. Ahí fue cuando me di cuenta de que la presión por el éxito no solo viene de afuera, sino que muchas veces viene de uno mismo.

Cuando gané un certamen de cuento hace año y medio, alguien en el jurado me dijo: “Espero que no te quites y sigas escribiendo, porque muchos de los que ganan estas cosas no vuelven a escribir más.”

Ahora me pregunto… ¿será por la misma razón? ¿Será que cuando somos reconocidos por algo, estamos condenados a sentir que no podremos hacerlo una vez más con la misma calidad?

Le pasó a Elizabeth Gilbert luego de escribir Eat, Pray, Love. De seguro le pasó a John Steinbeck luego de que le otorgaran el premio Nobel de literatura (leí por ahí que después de eso, el tipo no volvió a escribir más). Y me está pasando a mí, Juan del Pueblo, en este rinconcito del internet.

Todo esto me recuerda al término “analysis paralysis”, o sea, parálisis por causa del análisis (pero no tenía que traducírtelo, ¿verdad?). Es sobreanalizar una situación al punto de que nunca tomamos una decisión al respecto. Siento que esto es lo que pasa cuando nos presionamos demasiado por mantener los estándares más altos en lo que hacemos.

Examinamos tanto los “pros & cons” de cada cosa, que cuando venimos a ver, no hemos hecho nada.

Pero hay una cura para el “analysis paralysis”. Es la acción rápida.

En el momento en que decidí sentarme a escribir sin pensarlo mucho, las palabras poco a poco comenzaron a fluir. Cuando acepté que no siempre podré imitar la calidad de mis escritos pasados, quité el peso de mis hombros y sin saberlo reabrí un espacio en mi mente para crear.

A veces simplemente hay que cumplir con lo que tenemos en frente, no importando cómo hayamos hecho las cosas en el pasado. Hay que soltar esa presión que nos ponemos nosotros mismos.

No pretendo que este blog se convierta en uno puramente motivacional; eso no es lo mío. Pero sí quisiera que te llevaras algo de cada post que leas aquí. Quizás escribiste tu mejor poema hace dos años y no has podido escribir otro a ese nivel otra vez. Quizás escribías canciones cuando eras más joven y ahora sientes que no te salen igual. Quizás piensas que tu mejor trabajo ya está en tu pasado.

De seguro esta forma de pensar nos está limitando. Olvídate del ayer. Respira profundo, quítate ese peso de encima y mira hacia adelante. No pienses en imitar el pasado y verás cómo se abrirán puertas a nuevas ideas.

No lo analices mucho. Lo mejor está por venir.

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