Oficialmente, con esta publicación acabo de pasar el umbral de la mitad del camino; estoy más cerca del blog #30 que del primero. Como dirían por ahí, ya estoy más allá que acá.

Esto de escribir y publicar sobre un tema distinto todos los días —aunque no ha sido del todo fácil— me ha enseñado una que otra cosa sobre la importancia de ser consistente y dejar ir cuando es necesario.

Para ser honesto, no estoy satisfecho con muchos de los posts de las pasadas dos semanas. Pienso que en la mayoría no encontré las palabras correctas para describir lo que quería, y siento por esto se quedaron muchas cosas sin decir.

Hubo varios temas en los que pude haber profundizado un poco más, pero no lo hice, ya sea por falta de tiempo, o por falta de ideas. Siempre quería abarcar más, pero el reloj jugaba en mi contra y me avisaba que ya era hora de publicar; no importa como quedó, tienes que darle a ese aterrador botón de “PUBLISH”.

Sabía que esto pasaría; o sea, cuando decidí retarme a publicar por 30 días corridos, estaba claro de que iba a redactar material que no sería 100% de mi agrado.

Pero de eso consistía el reto. Ya llevaba demasiado tiempo sin publicar nada en el blog por eso mismo, nunca iba a estar satisfecho.

Recuerdo una pequeña porción de un libro que leí hace dos años: Creativity, Inc., escrito por Ed Catmull, presidente y cofundador de PIXAR. En él, Catmull menciona que para el cineasta, el arte de hacer películas es un proceso que nunca termina. Siempre habrá algo que añadir, quitar, cambiar, o reescribir…

Según él, un cineasta nunca estará satisfecho con su obra, pero llega un momento en que hay que dejar ir el perfeccionismo y soltarle la obra al mundo; de esta forma pueden enfocarse en la próxima película. Si no fuera por eso, no existiría Pixar.

El mundo tiene que ver lo que hacemos. Hay una audiencia allá afuera esperando consumir lo que tenemos para dar; aunque esa audiencia consista de una sola persona.

Si todos nos reserváramos nuestras ideas por no estar conformes con ellas, nunca hubiera existido ninguna de las películas icónicas que tanto nos gustan. Detrás de cada película de Pixar —y probablemente de otros estudios también— hay un equipo de artistas profesionales con la ansiedad de soltar su obra al mundo sin estar completamente satisfechos, y aún así las publican consistentemente.

Si esto pasa en los estudios cinematográficos más grandes, que me pase a mí en esta humilde esquinita del internet no es nada; y que te pase a ti en cualquiera que sea tu proyecto tampoco lo es.

Cuando uno se propone algo, hay que tirarse de pecho; y lo bueno de tirarse de pecho es que una vez lo haces, no te queda más remedio que llegar al otro lado.

Ya con eso estamos más allá que acá.