Inerte

Cada acción tiene su reacción.
Toda acción que tomamos trae consigo riesgos y costos que tenemos que aceptar. Lo sabemos porque casi siempre vemos de inmediato las consecuencias de lo que hacemos. ¿Te diste en la cabeza con la pared? Esa es la acción; el chichón (y el grito) que viene justo después es la reacción instantánea.
Si le dedicamos horas y horas a un proyecto que nos apasiona, y fracasa, rápido sentimos la frustración de haber perdido nuestro valioso tiempo para nada.
Si perseguimos nuestras metas y nos topamos con obstáculos, nos da ansiedad y sentimos que el mundo está en contra nuestra.
Es que cuando enfrentamos nuevos retos, siempre existirá la posibilidad de que vamos a tropezar y caer; el chichón metafórico es casi inevitable. Pudiste haberlo dado todo por lograr tu objetivo, pero si fallas, haber tomado esa acción te traerá angustia, dolor, o hasta vergüenza.
Es por eso que, a veces, nos resulta tentador no tomar acción. Analizamos nuestras opciones y nos sentimos más seguros no exponiéndonos al fracaso ineludible.
Lo que no consideramos es esto: no tomar una decisión es una decisión en sí.
No decidir actuar trae consigo peores consecuencias de las que traería tomar acción.
Siempre fijamos nuestra mente en los riesgos que la acción conlleva, pero nunca consideramos las consecuencias de la inacción, porque estas son lentas, sigilosas y no muy obvias; no nos damos cuenta de que existen hasta que ya es muy tarde.
La acción te da el cantazo fuerte ahora; la inacción te envenena lentamente hasta marchitar por completo tu alma.
El dolor de actuar es pasajero; el de evitar la acción es continuo y a largo plazo.
La inercia es un asesino silencioso que se niega a matarnos de una; que nos encierra, nos deprime y nos debilita hasta nuestro final fatal.
La acción trae consigo el riesgo de frustraciones, dolores, tristezas, angustias y ansiedades; pero todas estas cosas, con el tiempo, nos hacen más fuertes.
El dolor de la inacción agota nuestras energías despacio, se cuela en nuestro subconsciente con el tiempo, consume y agota cada hoja en nuestra fuerza de voluntad hasta dejarnos como árbol marchito.
¿Cuál de las dos crees que nos costaría más?
***
Photo by John Silliman on Unsplash