Ayer, mientras evitaba hacer lo que sabía que tenía que hacer, me di la vuelta por Facebook y leí quizás un status o dos o treinta.

Luego de varios minutos de perder el tiempo, (y “varios” con todas las uves mayúsculas habidas y por haber), me encontré con un post en particular que me llamó la atención. Es que siempre que veo la palabra “escritor” me brincan los ojos.

No vine a criticar el post, porque en su mayor parte estoy de acuerdo con él, pero nunca le ha hecho daño a nadie el sentarse a analizar las cosas un poco más profundamente. (Ahora no vengan a tratar de desmentirme).

“No te llames escritor”, leía el post, “que sean otros los que te nombren así. En todo caso, llámate aprendiz.”

El post decía más cosas, todas ciertas, pero este pedazo fue el que más me llamó la atención y me puso a pensar. Me agarré a mí mismo asintiendo con la cabeza con cada palabra que leía, hasta que me pregunté: ‘Pérate, ¿por qué le estoy dando tanto misticismo a un título?

¿No es pescador todo aquel que pesca, ni pintor el que pinta? Títulos como estos son más verbos que títulos.

Si escribes, para mí, eres escritor. Si escribías y dejaste de escribir, para mí, dejaste de serlo.

(Mantengamos las cosas claras; si escribes mal, eres mal escritor. En todo caso, llámate escritor aprendiz. Pero sigues siendo escritor)

¿Por qué vas a tener que esperar a que un tercero —una persona que no ha presenciado las noches que te desvelas poniendo letras sobre papel— te confiera el título según su juicio imperfecto?

La primera definición de escritor en el diccionario de la Real Academia Española es, literalmente, “Persona que escribe”. ¿Te identificas? Pues eres escritor.

Sí, hay todavía más títulos que tienes que luchar por alcanzar. Esos sí te los tienes que ganar; pero será por tus méritos, no te los otorgará un tercero.

Cuando aquel pequeño periódico publique tu primer artículo, ahí podrás llamarte periodista.

Cuando logres sumergir a otros en tus universos imaginados, serás autor, novelista o cuentista.

Cuando veas a otros interpretar tus palabras sobre un escenario, podrás llamarte dramaturgo.

Cuando tus palabras lleguen en melodía a los oídos de los demás, serás compositor.

Cuando tus ideas sean capturadas por el lente de una cámara y luego transmitidas a una audiencia, ahí serás guionista/director.

Cuando tus sentimientos derramados hagan a otros sentir emociones que nunca supieron poner en palabras, entonces serás poeta.

Mientras tanto, tú que admites que aún estás aprendiendo, pero sigues plasmando tus ideas, sentimientos y experiencias en papel, no tienes que esperar por la aprobación de nadie, absolutamente nadie, para llamarte escritor.