Tengo un problema serio con la frase “nunca olvides de dónde vienes”, y con la gente que te la dice.

Quizás no con todo el que la dice —muchos vienen con buenas intencionespero no puedo evitar pensar que hay muchos que te escupen la frase con cierto desdén.

Mantener tus raíces en mente mientras vas avanzando por los escalones de la vida puede ser crucial para seguir enfocado. Es un ejercicio de reflexión que te ayuda a recordar por qué haces lo que haces; es un recordatorio del porqué detrás de tus metas. A veces hay que mirar atrás para ver todo el camino que uno ha recorrido y poder seguir adelante.

En ese caso, estoy de acuerdo con “no olvidar de dónde vine”.

Mi problema, sin embargo, es con aquellas personas que al verte tener el más mínimo éxito tratan de “bajarte de la nube”.

“No olvides de dónde saliste”, te dicen con amabilidad fingida y quizás hasta una pizca de envidia. Todos conocemos a alguien así; es esa persona que nunca va a evolucionar, no tiene metas ni aspiraciones y jamás saldrá de donde está — y te quiere en las mismas que él.

Es como estar sumergido en el pozo de la mediocridad y estar a punto de salir a la superficie… ahí está esta persona justo debajo de ti, lista para jalarte por los pies para evitar que salgas.

Es el tipo de gente que piensa que aprovechar una oportunidad para mejorar tu situación personal es sinónimo de “venderse”. Cualquier cosa que logres y que te ponga en una mejor posición que él o ella… es porque “te vendiste”.

“No olvides de dónde vienes”, te dicen, como si ese ambiente tóxico en el que quizás creciste fuera algo que quisieras recordar. Hay ocasiones en las que el “de donde vienes” merece ser olvidado.

La gente así no quiere verte salir bien, te quieren estancados junto a ellos en el agua inerte donde nada pasa. Como dicen por ahí, “misery loves company”. Amistades como estas hay que arrancarlas de nuestras vidas de raíz.

A veces hay que dejar el “no olvides de dónde viniste” atrás, para poder enfocarse en el “recuerda hacia dónde vas”.